Es de noche, corren los dos solos por la calle.
Hacia el cielo se eleva una imponente torre con un reloj casi en la punta. Marca ya casi las diez y media.
Él mira el reloj y se para. Ella también. Se miran nerviosos. No saben que decir.
El chico habla primero.
+Es hora de despedirnos, llegaré tarde.
-Yo también.
Se miran a los ojos. Un rayo de luna atraviesa las nubes que cubre el cielo nocturno y les hace brillar entre la oscuridad.
-Gracias.
+¿Por qué?
-Porque ser como eres, por decir lo que dices, por hacer lo haces, y por ser el único que me ha sabido decir la verdad.
+No hay nada que agradecer, cualquiera lo hubiera hecho.
-Cualquiera no...
Los ojos de ella se humedecen. Él lo nota, y la acaricia en la mejilla.
+¿Qué pasa por qué lloras?
-Por nada.
Él fija su mirada en ella, hasta que ella rompe a llorar.
-Por todo. Todo lo que me pasa. Siempre me pasa lo mismo. Otra vez llorando por un chico.
+¿Pero por qué?
-Porque soy tonta, siempre me pasa lo mismo. ¿Por qué tengo que enamorarme? No quiero.
+¿Y por eso te crees tonta? Escucha, tu no eres tonta. Eres la persona menos tonta que conozco. Además eres simpática y bella. Cualquiera querría que estubieses enamorada de él.
-Cualquiera, menos quien yo quiero...
+¿Y qué te hace estar tan segura?
-...
+Solo quería asegurarme.
Ella sonríe por fin. Él también.
Y bajo la perlada luz de la luna se besan.
En lo alto de la torre el reloj marca las diez y media.
Él ha perdido el tren.
Ella llegará tarde.
Pero ninguno ha perdido la mejor oportunidad que la vida les podría brindar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario